Son muchas las historias y leyendas que se transmiten oralmente en los pueblos de nuestra comarca

Historias de la Subbética: La leyenda del Castillo de Carcabuey

Guarda el castillo de esta localidad de la Subbética una vieja leyenda cuya historia se remonta al siglo XIII y que refleja una gran gesta de fidelidad

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Los municipios que conforman la Subbética cordobesa son mucho más que cultura, naturaleza, patrimonio y gastronomía. Como prácticamente en todos los territorios, son muchas las historias y leyendas que se transmiten de generación en generación, de padres a hijos, envolviendo a nuestros pueblos en un ambiente místico y espiritual sobre la veracidad o autenticidad de estas antiguas historias.

Guarda el castillo de Carcabuey una vieja leyenda cuya historia se remonta al siglo XIII. No es un romance fronterizo, si una gesta de fidelidad al Rey antes de acceder a los impulsos guerreros, de rebeldía o de amor paternal:

"Corría el año de 1.282, el monarca conocido por el sabio alcanzaba cansado, y en lucha con su hijo Sancho, la última etapa de su vida. Alfonso X, casi reducido a la ciudadela de Sevilla, desheredo al infante rebelde y busco la ayuda del Rey de los Benimerines. Mientras todo esto acaecía, el castillo de Carcabuey era gobernado por un viejo y fiel vasallo del monarca, Don Nuño Tello. Un hombre leal, agudo y barbudo cuya divisa era “antes que nada el Rey”.

Varios fueron los intentos de Sancho el Bravo por apoderarse de la plaza ante la voluntad inquebrantable del situado de no caer en la deslealtad. Solo quedaba al infante la provocación de una salida de los defensores de la fortaleza para guerrear a campo abierto.

Un día una noticia llego al campamento de Sancho el Bravo, cuando su lugarteniente tuvo noticias de que un caballero que acompañaba a sus tropas era correspondido en su amor por la hija de Nuño Tello. Su nombre era Alvaro Lara, y si los anchos muros del castillo eran insalvables para los sitiadores, no lo eran para el amor, que no conoce atalaya a la que no sepa trepar ni camino tortuoso que no cubra de rosas. Así los enamorados encontraban el camino a través de un mendigo, el único quizás que cruzaba la frontera de piedras tras las que Don Nuño resistía.

Confabulado Don Alvaro con el lugar teniente, y sabedores ambos de amor que la joven procuraba al caballero, le hicieron llegar un mensaje a la novia “O huir con él o no volverlo a ver.” Antes de renunciar al amor, la hija de Don Nuño optó por el sí.

Una noche oscura y tormentosa, y con la ayuda del mendigo, la dama descolgó su silueta desde los altos torreones del castillo de Carcabuey. Entre los riscos aguardaba Álvaro sobre su caballo silencioso e paciente. Pero apenas se acomodó a la grupa, el silencio se rompió, el vigía dio la voz de alarma y se desataron las iras del señor del castillo.

Fue primero la orden de bajar el puente y luego la contraorden. Nuño Tello recordó las palabras de su Rey “Todo antes que salir de la fortaleza”. Allí quedo el gobernador del que cuentan que nunca volvió a conocer el sosiego en su eterna defensa de la lealtad.

Muerto el Rey Sabio, en 1.284, Sancho el Bravo se convirtió en Rey de Castilla, quiso entonces premiar a los leales a su padre y recordó en primer lugar al viejo personaje de nuestra leyenda. Le mando comparecer a la corte de Sevilla, pero Don Nuño se negó, en su papel de varón desairado a pesar de la tan humilde como amistosa propuesta de Sancho. Al fin, la mañana que habría de salir de Carcabuey hacia Sevilla, sus escuderos encuentran a Nuño Tello ahorcado de una viga en sus aposentos. En una nota, escrita a su puño y letra, pide que su cuerpo sea llevado ante el rey, pues como con el espíritu no podía serle leal, le envió su humanidad, única parte de sí que nunca supo rebelarse”.

Artículo de José Manuel Molina Carrillo, historiador