Cuando compramos un producto en el supermercado, es fácil dejarnos llevar por diseños llamativos o promesas de beneficios saludables. Sin embargo, la información realmente relevante se encuentra en las etiquetas de productos, concretamente en el apartado nutricional y otros datos obligatorios que, por ley, deben aparecer. Aunque la mayoría de las personas se fija en las calorías o en la cantidad de azúcar, hay otros detalles que pueden marcar la diferencia en nuestra alimentación y que no siempre reciben la atención que merecen.
El orden de los ingredientes y su importancia
Uno de los aspectos más desconocidos y que puede ayudar a elegir mejor un producto es el orden en el que aparecen los ingredientes en la etiqueta. La legislación exige que se enumeren de mayor a menor cantidad, es decir, el primer ingrediente es el que está presente en mayor proporción. Esto puede ser útil para identificar si un alimento que aparenta ser saludable realmente lo es. Por ejemplo, si en un pan integral el primer ingrediente es "harina de trigo" en lugar de "harina integral", significa que contiene más harina refinada que integral, lo que podría restarle valor nutricional.
Los azúcares encubiertos
Muchas veces evitamos comprar productos con "azúcar" en los primeros puestos de la lista de ingredientes, pero lo que pocos saben es que los fabricantes utilizan estrategias para disimular su presencia. En lugar de indicar "azúcar", pueden aparecer denominaciones como jarabe de glucosa, dextrosa, maltosa, sacarosa o incluso jugo de caña evaporado. Estos términos pueden confundir al consumidor y hacer que un producto que parece saludable tenga en realidad un alto contenido en azúcares añadidos.
Las porciones engañosas
Otro aspecto que puede inducir a error es el tamaño de la porción. En muchos productos, la información nutricional se presenta por porción en lugar de por 100 gramos, lo que puede hacer que parezcan más saludables de lo que realmente son. Un ejemplo claro es el de los cereales de desayuno. Puede que en la etiqueta se indique que una porción contiene 120 calorías, pero si nos fijamos bien, la porción recomendada puede ser de apenas 30 gramos, una cantidad mucho menor a la que la mayoría de las personas consume. Es importante revisar la cantidad total del envase y calcular cuánto se está ingiriendo realmente.
La presencia de aditivos
Los aditivos alimentarios también forman parte de la información obligatoria en las etiquetas. Se identifican con códigos como "E-621" para el glutamato monosódico o "E-951" para el aspartamo. Aunque muchos de ellos están aprobados por las autoridades sanitarias, algunos pueden generar dudas entre los consumidores. Un truco para identificarlos rápidamente es que cuanto más larga sea la lista de ingredientes y cuantas más palabras incomprensibles tenga, mayor es la probabilidad de que el producto haya sido altamente procesado.
Los alérgenos: pequeños detalles, grandes consecuencias
Para las personas con alergias o intolerancias, la sección de alérgenos en las etiquetas de productos es vital. Por ley, los ingredientes que pueden causar reacciones adversas, como gluten, frutos secos, lactosa o soja, deben aparecer destacados, generalmente en negrita. No obstante, también es importante fijarse en las advertencias adicionales, como "puede contener trazas de...", ya que incluso pequeñas cantidades de ciertos alérgenos pueden provocar reacciones graves en personas sensibles.
El etiquetado de origen: saber de dónde viene lo que comemos
Otro dato interesante es el origen de ciertos productos. En alimentos como la carne, el pescado, las frutas y verduras, el país de procedencia debe estar indicado claramente. Esto no solo ayuda a tomar decisiones informadas sobre la calidad y seguridad del producto, sino que también permite a los consumidores elegir opciones locales si desean reducir su impacto ambiental o apoyar a los productores de su región.
El problema del doble etiquetado
Aunque muchas etiquetas adhesivas incluyen la información obligatoria, en algunos productos se utiliza un doble etiquetado con información poco visible o en una zona difícil de leer. En ocasiones, los detalles más relevantes, como el contenido real de un ingrediente o las advertencias, pueden estar en el reverso o debajo de otra capa de papel. Es recomendable revisar bien el envase antes de comprar para evitar sorpresas al llegar a casa.
El etiquetado ecológico y sus certificados
Con el auge de la alimentación sostenible, muchos productos incluyen sellos que certifican su origen ecológico. Sin embargo, no todos los sellos tienen el mismo valor. Los más fiables son aquellos regulados por organismos oficiales, como el sello europeo de agricultura ecológica, que garantiza que el producto ha sido cultivado sin pesticidas ni fertilizantes químicos. Otros sellos pueden ser simplemente estrategias de marketing sin regulación real.
Leer las etiquetas puede cambiar nuestra alimentación
Entender la información nutricional y otros detalles en el etiquetado de los productos no solo permite tomar mejores decisiones de compra, sino que también ayuda a cuidar la salud y evitar engaños publicitarios. A pesar de que puede parecer complicado al principio, dedicar unos segundos a revisar bien la información puede marcar una gran diferencia en la calidad de la alimentación diaria. La clave está en no quedarse solo con lo que dice el envase en letras grandes, sino en profundizar en los detalles que realmente importan.