Aparece, por primera vez, un poema de Virgilio en los restos de un ánfora romana de aceite

Siete años ha tardado un equipo internacional de arqueólogos en comprobar la excepcionalidad de la pieza hallada en plena campiña cordobesa. 

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Siete años ha tardado un equipo internacional de arqueólogos en comprobar la excepcionalidad de la pieza hallada en plena campiña cordobesa y presentarla en la revista Journal of Roman Archaeology de la Universidad de Cambridge

Mide apenas 6 centímetros de ancho y 8 de largo, pero la grandeza y excepcionalidad de su hallazgo ha dejado ojiplática a la comunidad arqueológica europea. Se trata del fragmento de un ánfora de aceite de la Bética romana fabricada hace cosa de 1800 años con un texto escrito encontrado en las prospecciones realizadas en el término municipal de Hornachuelos en Córdoba por los integrantes del proyecto OLEASTRO de las Universidades de Córdoba, Sevilla y Montpellier. Hasta ahí nada nuevo. Existen miles de millones de piezas de alfarería procedentes de la Antigua Roma. Sólo el Monte Testaccio de Roma ya es una fuente infinita de información sobre la industria oleícola y vitivinícola romana. De hecho, en un primer momento, el equipo de investigación tampoco se sorprendió especialmente a recibir el fragmento de la mano de Francisco Adame, vecino de la aldea de Ochavillo, la primera persona que reparó en aquel trocito de Roma cuando paseaba por la zona del arroyo de Tamujar, en una zona muy cercana a la aldea de Villalón (Fuente Palmera).

El equipo de investigación no se sorprendió porque tampoco es especialmente original el hecho de que aparezcan palabras impresas en las ánforas. De hecho, fueron los datos impresos en las ánforas (productores, cantidades, fiscalización…) los que han permitido a la Arqueología recomponer la historia del comercio agrícola del Imperio. No era extraño encontrar un trozo de un ánfora en una zona como la vega del río Guadalquivir, considerado uno de los centros neurálgicos de la producción y comercio de aceite de oliva de todo el Imperio. En el entorno de Corduba, la actual Córdoba, se producía y envasaba buena parte del aceite de oliva que consumía Roma, tal y como atestiguan, por ejemplo, los restos de ánforas con sello de la Bética conservadas en el Monte Testaccio.

Así las cosas, un trozo de un ánfora con letra impresa pareció, en principio, una pieza más, sin un interés especialmente destacable. Todo cambia cuando se descifra aquella epigrafía, en la que se leen los siguientes fragmentos de palabras

S
vais
avoniam
glandemm
arestapoqv
tisaqv
it

Y los investigadores superponen para hacerlo coincidir con fragmentos de los versos séptimo y octavo del primer libro de las Geórgicas, un poema de Virgilio dedicado a la agricultura y la vida en el campo escrito en el 29 a.C., que dicen:

Auoniam[pingui]
glandem m[utauit]
aresta, poq[ulaque]
[inuen]tis Aqu[eloia]
[miscu]it [uuis]

C[ambió] la bellota aonia por la espiga [fértil] [y mezcl]ó
el ag[ua] [con la uva descubierta]

Virgilio fue el poeta más popular de su época y de muchos siglos después. La Eneida era enseñada en las escuelas y sus versos escritos habitualmente como un ejercicio pedagógico para muchas generaciones. Por eso es habitual encontrarlos en restos de materiales cerámicos de construcción y por eso muchos autores le han otorgado a esas tablillas funciones educativas -los escolares romanos escribían a Virgilio en sus pizarras- y funerarios (los versos de Virgilio sirvieron de epitafio en muchas ocasiones), pero ¿por qué en un ánfora? ¿y por qué las Georgias y no la Eneida? Y ahí es donde los investigadores del proyecto se dieron cuenta de que aquel diminuto trozo de cerámica podría ser una pieza verdaderamente única y con un extraordinario valor, ya que nunca se han documentado versos de Virgilio en un ánfora destinada al comercio de aceite.


La tesis principal de los autores del trabajo publicado por la revista Journal of Roman Archaeology de la Universidad de Cambridge, en el que figura como investigador principal Iván González Tobar, doctor por la Universidad de Córdoba y actualmente investigador Juan de la Cierva en la Universidad de Barcelona e investigador contratado por la Universidad de Montpellier en el momento del hallazgo, es que aquellos versos fueron escritos en la zona inferior de la ánfora sin intención de que nadie reparara en ellos, sólo como una muestra de conocimiento y cultura de la persona que lo hiciera, lo que muestra cierto grado de alfabetización de un área rural como fue esta zona de la vega del Guadalquivir.

¿Y quién fue la persona que lo hizo? Aquí, los autores plantean varias posibilidades: que lo hiciera un trabajador especializado del establecimiento con cierto grado de alfabetización o personal de las villas cercanas relacionado con alguna familia aristocrática propietaria de la industria. Además dejan abierta la posibilidad a que lo hiciera algún trabajador infantil, de los que se ha documentado previamente su existencia habitual en este tipo de establecimientos.


Sea como fuere, los versos del ánfora de Hornachuelos y Fuente Palmera constituyen una pieza única con muchas más preguntas que responder.